El aburrimiento y la desidia de una noche de viernes, de esos que te dan ganas de hacer todo y nada al mismo tiempo, me llevo por un camino diferente a un destino desconocido.
Un par de mensajes, una pequeña aunque exhaustiva búsqueda en redes sociales y una picara aunque sincera invitación, me llevo de un "tengo ganitas de conocerte y así" a un " te veo en este sitio y si no me dan ganas de correr cuando te vea nos vamos a tu departamento".
Ni Nostradamus hubiera podido predecir lo que pasaría después, y es que soy tan desconfiada que ni yo me reconocí cuando acepte tal invitación. No se si fue el mezcal o las cervezas que llegaron después, pero entre canciones de rock de los 90´s y un par más de Caligaris termine confesando hasta la edad que tengo. La noche avanzó tan casual como ansiosa, que debo confesar que aquella platica se sentía más familiar que inédita, tanto que al instante en que empezó, me di cuenta que sería la única persona con la que podría platicar con normalidad.
Un volado perdido, una noche usando la sudadera favorita de los Broncos de Denver, platicas por whats app todo el día, una tarde viendo "Soul" abrazados hasta la media noche, varios intentos de escribir en tantas aplicaciones cuando se cayó whats app, una serie de mensajes en plena sesión de preguntas y respuestas un sábado por la noche, parecían dar a entender más de lo que se veía.
No fue mucho ni fue poco el tiempo que compartimos, solo fue un regalo del destino entregado por causalidad. Dos personas sin rumbo ni cosas en común, compartiendo un instante de felicidad.
"El amor es una ilusión que se construye en la mente, consciente todo el tiempo de que no es verdad y por eso se pone cuidado en no destruir la ilusión"
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